Consuelo Tomás Fitzgerald
(Panamá, 1957)

 

CONVERSACIONES CON EL ESPEJO 1

 

1

 

De la manga de algún dios que aún no he nombrado
sale el día. Va tocando despacio las cosas que serán itinerario de mis manos. Acaricia mis pechos.  Susurra en mi oído “estás viva”.

 

2

 

Soy una conciencia invadida por el fuego. Las aguas del sueño
no pudieron apagar su calor y su porfía. Mi cuerpo es un ovillo con el sosiego roto. Un aire pretendiendo oficio. Un pedazo de humanidad desprendido del cielo. Furor que el tiempo disimula en latidos.

 

3

 

De ti solo tengo las palabras, la espera
el salto al vacio. Un cuerpo que imagino mío mientras toco y huelo y lamo
un alma que interpreto como el antiguo lugar de mis quimeras.
De ti solo tengo el deseo, las ganas de verte como si fueras la luz después del tiempo en que, infinito, vendras a reconocer tu fuego en esta llama que mantengo encendida en mi pecho desde la edad primera. De ti
solo tengo esta pasión de inmensidad, este sacro placer
de adivinar lo que acontece por detrás de mis ojos
que, cerrados, llagan una espera de flor en su primer día de delirios.

 

4

 

Me miro en ti  buscándome el fondo. Ese lugar secreto en que me escondo guardando lo más mío. Me miro para verte. Me miro para constatar la manera en que me faltas.  Esos ojos allí  con los que mirándome te miro.  Esa boca tuya que dibuja un cielo
¿Cómo es que conozco el sabor de la fruta que ha mordido?

 

5

 

De ti solo tengo, lo que aun no tengo. Estas manos abiertas que te buscan
en la superfiecie de los días. Esta piel dispuesta a los descubrimientos a partir de tus navíos. En la quietud tu silencio lo llena todo. Es así que la espera tórnase universo en que te vivo.

 

(Inédito).

 

DE LA PROPENSIÓN A LOS ACCIDENTES

 

Me he estrellado contra el cielo esta mañana.

 

La palabra que no dije
se hizo cráter en el centro de mi boca.

 

Lo que quedó de mí podría recogerse con cuchara
una que los duendes usan para tragarse auroras y presagios

 

Les ha sido muy difícil identificarme.

 

El marfil que sustentaba mi vértice en el mundo
es ahora una espiral de sueños en soltura.

 

Ilusiones borrosas astillan mis pulmones
el cerebro está lleno de gorriones lastimados, pero vivos
y candiles encendidos para los ritos nobles.

 

Se me ha derramado la arena de los días
en castillos para nadie defendibles
y una mancha de señales emergentes

 

De tres neuronas salvadas del colapso
han salido carcajadas y un ruido de tambores.

 

Solo así han sabido
de quién es ese cadáver tan bonito.

 

DE LA PROPENSIÓN A HACER PREGUNTAS

 

La madrugada interfiere un dibujo maltratado por el gato.
La lluvia dificulta el sonido de mi nombre adentro del refrigerador.

 

He borrado las culpas de mi mapa
y el espejo es  un televisor mal sintonizado.

 

Las antenas de las casas no me dejan mirar el horizonte
pero yo cierro los ojos y lo veo.

 

El mundo no termina en mí
por eso escribo cartas a los astros.

 

Aquí algunos le cantan su réquiem al amor
muerden la sonrisa cuando la sienten llegar a la esquina de la boca
engullen pan con lágrima y disimulan sus odios descosidos
con la misma perfección de un salmo
o el pastel de cumpleaños que sobrevivió al ciclón.

 

Aquí todos dan la espaldan
para no decir 
que nunca dieron nada.

 

Me miran con el rabo del ojo
no vaya a hurtarles un pedazo de sí mismos

 

Yo me río con estertor volcánico
y suavidad que me prestó la espuma.
Ponen cara de locos afiebrados
cuando les hago la misma sempiterna pregunta.

 

¿De dónde son los cantantes?

 

DE LA PROPENSIÓN A PERDER LAS LLAVES

 

He perdido muchas llaves en la vida.

 

La llave del éxito se me extravió en un siglo
cuyas claves no descifro en este pentagrama
de loca trascendencia.

 

La de la felicidad se me cayó en el mar de los absurdos
y mi escafandra estaba llena de agujeros.

 

La del conocimiento está en algún lugar
que no preciso
buscarla es el oficio del vigía
que se afeita la barba en mi pupila.

 

La de la inmortalidad pesaba tanto
tuve que deshacerme de ella
para seguir viviendo

 

La de tu corazón profundo y espeso
solo abría dos de sus siete puertas

 

La única llave que conservo
preserva mi inocencia
en algún lugar de la caja del cuerpo.

 

Solo para no perderla
escribo versos.

 

DE LA PROPENSIÓN A ESCRIBIR POEMAS CON LOS BRAZOS ABIERTOS

 

Esto que escribo es como el adiós de un ave.
Las alas abiertas como abarcando el mundo
La mirada adelante escudriñando nube.

 

Esto que escribo  es como regresar
a la mitad del círculo
donde solía encontrarte.

 

He soltado mi trenza finalmente
ahora soy toda esencia de remotos mares
ya no tengo equipaje ni morada
en mi frente se agazapan los amaneceres
y los precipicios en los que la piedra cae.

 

Soy un abismo que late
a un costado del sol pongo mi mano
y en mi pecho he construido  amplios ventanales
para que lo atraviesen las tormentas
y lleguen a morir los meteoritos
para que la vida pase con pasos grandes
y las voces que se fueron perdiendo
en los desiertos del mundo
se junten a llamarte.

 

Créeme
no hay más luz en otra parte.
He atrapado el minuto de tu entrega
lo he guardado en el sitio de mi cuerpo
donde el infinito guardó una llave.

 

Esto que escribo es como el adiós del ave
en una noche inmensa donde el silencio
suspende tu nombre en el aire

 

DE LA PROPENSIÓN A USAR SOMBREROS

 

Suelo instalarme debajo de su sombra
no para ocultar la puntiaguda migración del pensamiento
hasta la zona oscura donde mi paz se ensancha
más bien no quiero ser vista por el águila
que se despeña del sol a mi memoria.

 

Suelo quedarme allí grabada en el dorso de la tarde
para que nadie descubra que lloro tan solo para imitar la lluvia
ni se perciba que me rasco el alma
con poemas de Vallejo
o diatribas contra libélulas doradas
que vinieron a morirse entre mis dedos.

 

Alas abiertas sobre mis cenizas
voy caminando entre la tierra y el cielo
a salvo de meteoritos que interrumpan la vigilia
vuelta en mí como un ovillo a veces
esperando como quien no espera
siempre esperando lo que ya se sabe
lo que nunca llega.

 

DE LA PROPENSIÓN A TRATAR DE ENTENDER LAS ESCALERAS

 

Subir es un mandato de los cielos.
Un requerimiento de la nube y de lo inmenso.

 

Desprovistos de alas
torpes   pesados
inexpertos para el aire y sus misterios
tuvimos que acudir a aquél invento.

 

Llegados a este punto
intentamos descifrar este quebranto de la línea
sucesión de pretextos con descanso
desafío de la gravedad
grave en sí mismo.

 

No sé si es acordeón desprovisto de su música
ángulo roto por lo que se repite y vuelve
caracol sin inquilino ni belleza
líneas paralelas que atraviesan los segmentos
columna vertebral sin su cabeza
suavidad que pretende el accidente.

 

No se si es la señal de un más o menos
despliegue de la geometría para el paso y el suceso
o eterna invitación a un nuevo intento.

 

(De Libro de las Propensiones, 2000).

 

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