Eduardo Espina
(Uruguay, 1954)

 

LENGUA MATERNA
(Está escrito y entonces se escucha)

 

La mirada sueña su ser sin ser cierto.
Nada imprescindible es inversamente
proporcional: el uso sacia lo silvestre,
el empolvado a la par de la apariencia.
Hace un rato, y en el país aún paisaje.
Las palabras preguntan por las cosas
en lo que no podrían responder, ¿y si
lo son? Abruma un deslumbramiento,
y dentro de la casa casi una situación;
la casa, ese espejo para pecar después.
Todo lo nuevo tendrá redor de urracas,
librada membrana adonde despertarse.
Corre a sus ansias una visión valiente:
el río sagrado en lugar de los hogares,
la velocidad del oro en aras del viento.
Entre tanto el árbol del tabú osó pasar
azares por las montañas nunca únicas,
pasó el pulso del papiro a la memoria
al morir la hora entre la ausencia y un
espesor infinito: algo todavía por ipar
y pare al alba el hábitat la sílfide feliz.
Raspa por el paisaje lo que no es poca
cosa y la costumbre de obrar en breve.
Ya el tiempo o regresa la idea a su lid,
regla grave para agregar a los agüeros.
Dentro del austro otro estruendo traerá.
Entre aún y ya pasaron varias semanas,
queda para el domingo lo interminable,
la forma cuyo perfume fue el resultado.
Y azores a su rezo cuando pueden más.
Todo plan será mientras el aura ocurra,
rápido rasgando la suerte de herraduras
cuando a ras la siembra reciente roza al
sauce en los cielos pero sin nunca serlo:
nada simple es similar a la próxima vez.
¿O ha de ser el infinito, puro fin, de qué
y qué ha sido del silencio al asomar ahí?
Tilos, hielo, años de ñandubay como va
único el corazón del agua al darles caza.
Va por tal porvenir el dorado anuro, va
la paja al pico en su pájaro, gira airado,
a lo invencible viaja antes de saber esto.
Cimas, alma para no dejar de parecerse,
tanto está donde debería, que ya lo está.
Mundo de madréporas, de mirar encima
la misma similitud de lirio al huir vacío.
Son sus árboles, su felicidad de adelfos
contra la forma que en el fondo viajara,
árboles a variar con la voluntad del aire.
Por iguales que altos sean, los sequoias
contarán la nunca encontrada eternidad,
duración entre las hiedras al distraerlas
si para serlo pierden la herencia sideral.
Altura callada, hada del más dócil nido:
su horario al azorar será igual que antes.
Allí la viscosidad con tal labor de labios
volviendo avizorados al bezo van a dar.
Lingua, ingles, enarque de tener dinero
siempre y cuando en el precio aprenda.
Es por eso de pagarle a la belleza lares.
Pero no todo embellecimiento hablará
de lo oblicuo en la arboleda: el bosque
bañado de vencejos, da el visto bueno;
está el luna para que luego la explique.
En la gema del ojo grazna lo agrietado.
Dentro, lo que no es nada, deja de ser.

 

TODO DEPENDE
(Ha dado para que dure)

 

Habla lo blando del bien por ver la vida
en la posición al oro contraria y lo haría
con tal de taparlo apartando las pócimas
de empecinamiento que inmenso hizo su
apogeo, salvo por una hipótesis apacible
de asnos y caballerías al acallar hallando
allá en todos ellos las erratas del período
de quien pronto encripta esparcidas a las
hablas por no haber en el verso avizorado
cuánto de drácenas tendrían al entenebrar.
Como si no para que los aldeanos puedan,
abejorros, aves contra la suave ubicación
y por debajo un río rojo rozando la sierra:
traía cortos colores, el olor de algún rato.
Un paisaje bucólico: las ovejas distraían
a las estrellas, el castor a un astro de trol.
Ya casual certeza sería la especie, mejor
la mirada que de dudas su raudo adorna.
Miércoles: todo depende que aún lo sea.

 

UNIÓN DE LA MATERIA EN LA FORMA
(Un cero con miedo a enmudecer)

 

Por lo anual de unas nubes únicas
que medidas dan al latido detenido
de ida al adalid y en él al diptongo
cuan orondo día de hoy adornando
la ocre crin por los crisantemos en
vez de la invisibilidad usada recién
según la grímpola seguía al colibrí
y las brisas si lamosas se asemejan
bajando a la imagen tales instantes,
en nítido lugar a sorber del bereber
el verso con que tratan al atardecer
los pro y los contra de cada druida.
Ruido, huída: corre al aire por herir
la cara de quien pueda darle sentido.
Ah, del retaceo a la cripta cruzando,
ah del arco inalcanzable, salvavidas,
sol dado a decidir la diestra lacustre,
la bruma a partir del alumbramiento.
Todo está para empezar a preguntar:
cómo saber de la niebla en el baldío,
del moro cuando hay oro en la costa,
¿de la esfera frenada por escalofríos?
Cómo darle al resplandor tal ejemplo.
Nadie duda, ninguno empuja un ojo
al espejo, queda la esponja alegrada.
Folios, embustes, lustres de teluria
debida a la vida pendiente después,
esperada por el hado que despierta.

 

CARAVAGGIO, VIGILIA FINAL
(La vida no puede esperar a que termine)

 

I
Loa la luz lo que enlentece,
habitar donde une aún todo.
Torna el ibirapitá por verla
convertir en alud saludable,
viene enseguida la herencia,
está en casa recién arribada.

 

II
En el semblante hablando,
algo abolido y occidental
sintió como quiso la razón,
hizo casi nada para que sea
el descenso antes de hablar.
Así la plenitud de planicies
hacía como si él lo supiera,
así la vez siguiente dijo oh.
Mientras menos miraba, el
viento de la voz en su lobo
elevó la luz todas las veces.
Tiempo tendría para atraer
un aire herido al poder ahí.

 

III
Cuánta calma de amenazas,
cuánto tiempo que nadie ve:
eran horas, azoros de ya no.
La metáfora por la fortuna
encontraba lo que un trébol
con pensamiento de planta,
encontraba abriendo la obra
al breve ritmo de los felices.
Y la posteridad, esperando,
y la paz que ahora es pera.

 

IV
A lo lejos cuanto solía el
ángel cabía en la quijada
velocísima del manjuarí.
Aunque debió saberlo, la
niebla del bañado le tocó
el ocultismo con que del
rumor numeroso pasar al
centauro que por uro para.
Respirable a raíz de higos,
feliz como recién llegado,
y cuánto de acacias que sí.
Va la escarcha a su causa.

 

V
Quiso la luna que apuraran
la quimera del bosque en el
verano, pero ya no importa.
Murió con los ojos abiertos
para que las imágenes
siguieran saliendo.

 

LA EDAD ES UN PASATIEMPOS
(Un lugar y otro para ser único o
la segunda parte también es esta)

 

El uno o la luna y al fin de
la era un lamento de ilotas.
Cuenta de un tajo el origen,
otra mañana hace al olvido.
Podría su idea desear cerca.
¿Cerca de qué? Del uso del
té, del agua en poco cuerpo.
Tanta entrega y en ninguno.
El rumor por remordimiento
tiene temor de inmortalidad,
su parsimonia no los simula
pero ulula lunar: entonces y
lotos a contentar terraplenes
plácidos que aúnan la fauna,
la cúspide polar por el áspid.
La lengua enfría las fraguas,
habla del belfo una fe veloz.
Cumbre de brisas que sabría
prometer la letanía atareando
al tiempo en lo que Penélope
pensó: éste por mí ya no llega.
Oh momento para nacer igual
al agua luego con los sargazos,
oh más a la cima sin lo mismo.
Nada en sus días es demasiado,
lo postrero del atrio derramado,
la serosidad o el dinero menos,
la espera que es un día perdido
en el mar mirándose al espejo.
Misterio mejor que la muerte:
hasta del pasado quitan cosas.
Y seguiría la sensible escena.
Los decimales se dan cuenta,
alcanza un cero lo que azora.
Coto de casa: loa o lenguaje
con ojo que deja girar juntos.
En la caza la zancada incasta
reconoce la zozobra, el habla
iluminable destinada a durar.
Hace la sombra una vez sola.
Ella dirá (la letra entrando a
la tierra) el hogar es nuestro.
Ten paciencia, a ti te tienes.
Ninguna palabra sale fuera,
las cosas despiertan dentro.

 

LA PATRIA, UN OBJETO RECIENTE
(Aquí la vida hace como que existe)

 

La mortalidad de su materia es lo que
da para empezar: a punto de quedarse
deseada encuentra la perla y el apodo.
Vida como dádiva duradera, como ha
sido la del aprendiz y detrás, hay otro.
De sí a estos hasta entrar al entrevero
más allá del aire atravesando la jauría
del paje que pregunta por el anfitrión.
A tiempo de poner lo que nunca nació,
la mañana derrama ramalajes de brillo,
el rubor que a la voz anuncia naciones,
nada más que una solución de siempre.
Llega la lluvia, la costumbre del cobre
y el rocío que por cierto cae en desuso.
Todo cambia, todo viene a lo invisible,
la luna en el heno hace a la desazón, el
invierno al venado que alcanza a ceder.
Por su voz ha sido del sino disminuido,
en lados idealizado como adorno, o no.
Podría resumirse así: el margen de los
abejorros origina con el gerundio y la
canción llevada al grazno del susurro.
El cuerpo dispuesto por la posibilidad.
Arbol, revoleo y va la brizna al viento.
La casa encuentra un coto encarnizado,
nácar de cardo para perder el recuerdo.
De toda su estatura hace decir al cielo.
Duerme la piel a pesar de lo que pasa.
Los ojos dan por verdad a las palabras,
las cosas buscan un lugar en la mirada.


ESCRIBE QUE PRONTO VENDRÁ
(Una gramática de salón)

 

Cambia el perfume el retrato de
la ostra entrando por la ventana.
Para ser se entrega a las treguas
que al graznar distraen tal rastro.
Sea respuesta o consecuencia de
rocío caído de la rueda del cielo,
agua de un comienzo del cual se
habla abandonándolo por lo bajo.
Se habla de una raza aún reciente,
tan bien se habla del veloz ombú,
de eso que sigue siempre a la luz.
Enamorada de la piedra querida
durante, habla de unas alabanzas
en la seda densa que sabría durar.
Y lo demás, un ciclo acontecido:
sorbe del bucle pulcra la verdad,
reduce el pezón a la oportunidad.
¡Cuánta estatura atribuida a todo,
cuánto tejado para el inútil latín!
Eran días de poner en provincia,
la oíble quemadura de crisálidas
a solas decidía sin ola sollozable
y a su modo un montón de humo,
el humo que al universo quiso ir.
Vio razones, azoros, pestilencia.
Ojo similar y puros pormenores.
Quede para tal hora esta oración,
aire, oro, candor, ¿y para ahora?
Tanto para decir solamente, una
anónima alma al lampo maldice,
hace de la indecisión un sentido.
Está el atardecer para que venga
la garúa herida por la porosidad,
la piel en el pasado se oye, llega,
cuánto rumbo de ambos nimbus.
De esto, hasta decir todo aquello.
(El idioma es la linterna real por
donde el sol anochece: azuzan a
su sigilo, las sílabas, el silencio)

 

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