Eduardo Milán
(Uruguay, 1952)

 

DECIR AHÍ ES UNA FLOR DIFICÍL
decir ahí es pintar todo de pájaro
decir ahí es estar atraído
por la palabra áspera
cardo
y por el cardenal cardenal
decir ahí es decir todo de nuevo
y empezar por el caballo:
el caballo está solo
ahora está solo
no hay ahora oscuro
no hay ahora de silencio
no hay ahora de palabra
no hay ahora de silencio contra la pared:
el caballo está solo es decir está negro
saltó por encima de la blanca
purísima realidad

 

el caballo esta ahí
fuga
por las hendiduras del día
florescencia
como la luna fluye

 

el caballo salta por encima de su sombra
salta por encima de su silencio
salta por encima de la realidad
salta por encima
de un universo todavía negro
antes de la suma
antes de la cima
de los colores:
montaña verde sobre cielo azul

 

la silueta del caballo es colorada
colorada de sol cuando se oculta
ahora se oculta
ahora se hunde en el caballo
moneda de sol
no hay ahora de silencio
no hay ahora de palabra
no hay ahora de caballo

 

*

 

ALEGRÍA, ganas de abrazar
la alegría en ese pájaro. ¿Pájaro?
¿Cuál pájaro? No importa:
ganas de abrazar la alegría en sus dos alas.
Y dar las gracias al pájaro ausente, aura
aérea era la garza.

 

*

 

EXCELENTE lenguaje, excelente,
puro, blanquísimo, una flor: azucena.
Los pájaros cantan en pájaro. Los
castores comen en castor. Los humanos
hablan en humano, mano a mano, tocan
sus voces en la conversación. ¿Brillante?
Se dice brillante. New York se dice New York.
Lenguaje de plata se dice lenguaje de plata. Para
un siglo de oro se dice para un siglo de oro. Góngora,
Góngora. Ya era hora, cordobés, ya era hora, cordobés.
Llaga se dice fácilmente.

 

(De Errar).

 

1

 

a Ernesto Lumbreras

 

Trabajo de hoy: describir una hoja.
Es verde y tiene nervaduras.
Es un río y tiene afluentes.
Es hermosa, verde y por encima
le pasa lento un ciempiés. Pende,
se suspende de la rama. Hace
como que va a caer. No es el hambre,
no es América Latina. No es, la verde,
ésta sobre la que escribo.
Ésta es la del bautismo mallarmeano,
el que bajó la cabeza, la vio y dijo:
“eres la hoja”.

 

2

 

La vio y la dijo entre sus labios.
Imaginemos sus labios resecos, partidos
de los tempranos fumadores rigurosos.
“Eres la hoja”. La soltó,
la dejó caer al abismo.
En otros círculos concéntricos
como los del agua,
no en las espirales olorosas que ocupan
el poco espacio de la casa,
algunos sabios la denominan “página”.
Pero mienten. Siempre ha sido, es y será
hoja. La pobreza la traduce al español.
Para la pobreza no es blanca.

 

3

 

En la del árbol no hay caída al fondo.
En la verde no hay abismo abisal.
Todas las aves vuelan por el cielo,
las sales de la tierra suben la presión
del fuego a cierta altura.
En las montañas de Valle
las hojas verdes brillan al sol.
Y en las tardes, luego de la lluvia,
brillan también con el rocío.
Tienen como perlas encima,
desocultadas, liberadas del mar.
Pero el rocío sucede en la mañana
o eso que llamamos rocío. O en la noche.

 

4

 

Pero para ver la hoja levanto su cara,
tuvo que luchar con lo siniestro.
Pero para ver las estrellas bajo su mentón
había tenido que caer al fondo,
casi a la hoja.
Pero para que fuera constelación
bajo su barba se había puesto
en posición como de un dios.
Constelación: cosa de estrellas,
Carísma.

 

paraké
Gabriel Zaid

 

Tú que todavía escribes para qué
debes vencer el para qué del cielo.
Límite a las palabras,
vencer el para qué de cielo.
Límite al silencio y a las hojas:
vencer el para qué del cielo.
Claro que para nada y para nadie:
vencer el para qué del cielo.
Seguramente no has visto al hombre,
no has deseado una mujer,
no has mirado a un niño con sus ojos.
Seguramente en este mundo incierto
debes vencer el para qué del cielo.
En este mundo con tierra
y con el hombre sin,
en este mundo con casa
y con el hombre sin,
debes vencer el para qué del cielo.
Trabajo, amor, comida.

 

(De Cosas claras, 2002).

 

Fauna y flora faltadas
de fauno y flor, desde hace
¿cuánto hace?
Nosotros igual, faltados
de nosotros. ¿Desde cuándo
la especie no se parece?
Un delfín no se parece,
el musgo no se parece,
un hombre no se parece
con su pareja, mujer
que tampoco se parece
con su pareja, mujer
que tampoco se parece.
A todos aquellos que son
un niño no se parece.
La vida ha perdido par,
partida, mal repartida.
Un zapato solitario
debajo
de una cama de una plaza

 

*
No es una pregunta.
No tiene respuesta.
O es una pregunta que entraña su respuesta.
Entonces me digo:
buey, da la vuelta,
retorna a donde venías,
lo que le falta al círculo complétalo
-sin sentido, sin sentido:
deja en paz esos pétalos-,
libérate, vuelve a ella.

 

En el trabajo del buey bajo las estrellas.
Lo que ven, si algo ven
no es lo que vence sino lo que pierde.
Adentro tiene padre la intemperie.

 

*

 

Otro, otro, otro, otro:
la palabra lo dice con exactitud,
finge el conocimiento de quién, cuál.
Pero es vaga, detrás hay alguien muy concreto,
alguien de carne y hueso, un cada uno.
Como si la palabra que los designara fuera
la misma –no la otra, particular-
igual a la primera, alineada, de perfil
-egipcia- o de frente, plana: un mapa.
Un mapa que seguir en la espesura
de la selva, en el agua, entre las nubes
o más ardiente: sobre las brasas.
Eso es una cara.
Cuando las mayúsculas no evitan la exclusión
ni presuponen yo, tú, él sino Aquello,
con mayúsculas Aquello manifiesto cuándo.
La cuadratura del otro, su ejército exterior
o su clausura: un halo, un aro por el que
sumamente delgado descendió a tierra.

 

*

 

Quiero quebrar una lanza
por los que no pudieron,
por los que perdieron la partida,
no partieron. Quiero quebrar una rama
como antes se hacía una canción
sin espantar al pájaro.
Quiero hacer una canción
por los que no pudieron,
por los que perdieron la partida
-se les quebró, partida en dos.
Quiero inventar, para que todo se quede,
el arte de la postergación.
Por los que no partieron porque nada tenían que partir
-estaba todo partido de antemano:
la mano antes repartida en pocas manos,
pocos dedos realmente tocan.
Quiero hacer una canción que diga eso:
desde antes, desde mucho antes.
Quiero hacer, tengo el deseo, lo sostengo:
un deseo que sea como un sos.

 

(Inéditos).

 

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