Edwin Madrid
(Ecuador, 1960)

 

RABITO

 

estaré silencioso estos días
como cuando murió mi primera mascota
no fumaré ni saldré a caminar
por el bosque de ushimana
tampoco quiero que venga el félix
a conversar del gobierno
de los últimos sucesos
necesito estar solitario
para detenerme a meditar
como esos monjes de los himalayas
que se pasaron la vida
queriendo desentrañar los misterios de aqiev
y aunque no soy ducho en hacer poemas
pensaré acerca de uno que te haga inmortal
utilizaré ¡guauu! tu palabra favorita
le pondré música de rondas infantiles
un hueso de azúcar al final de cada estrofa
y al tercer día
llegaré a la tumba de donde hoy duermes
y lo leeré
como cuando leía a breton
mientras vos te revolcabas sobre mi cama
pero si ese momento se te ocurre
lo mismo que al rey de los judíos
¡guauu!   —te diré—  ¿eres de esta vida o de la otra?
seguramente contestarás moviendo el rabo
incitándome a que te persiga
morderás los cordones de mis zapatillas
entonces
empezaré a corretearte
hasta que nos vayamos esfumando
en medio de un campo lleno de girasoles.

 

90-60-90

 

Érase una vez en que
la tierra fue una media naranja
sostenida por cuatro elefantes
parados sobre una gigantesca tortuga
nadando en un mar de leche
luego
atribuyéndole la forma esférica
se creyó haber descubierto la verdad
mas hasta ahora
las pruebas confirman
que la tierra es una hermosa mujer
de la vía láctea
detenida un instante
en el sistema solar
para disfrutar de los baños de luna
los viajes de circunnavegación
como el empezado por Magallanes
y concluido por Sebastián De Elcano
ratifican que después de navegar
por la cintura femenina más exótica
inevitablemente se vuelve al mismo ombligo
claro, existen casos
como el de Colón que cautivado
por el movimiento de las aguas
se desvió por una pierna
y tuvo que descubrir América                         
los geógrafos aseguran
que se trata de una mujer 10
por la forma siempre circular del horizonte
y la sombra que sus senos proyectan en el satélite
de otra manera ¯agregan¯
no podríamos explicar por qué el pobre de Neil Amstrong
al pisar por primera vez la superficie lunar dijo:
tengo los pies en la luna
pero mis ojos están sobre la tierra.

 

MUCHACHO DE CORAZON AMARILLO

 

me imaginas durmiendo entre tus cartas
recordando la lujuriosa ruta
de nuestros orgasmos
desnudo y prendido de tu cuello
haciéndote revelaciones
para que me digas que crees en la felicidad
si estoy atado a tu cuerpo
nutriéndome de tus pechos           
como rómulo y remo
muchas gracias de veras
pero ya no soy el muchacho de corazón amarillo
que miraba confundido la sombra
de tus nalgas en las fiestas
esa frágil marioneta
que se movía a media noche por la cocina
llevándote café en la tetera blanca
ni siquiera soy el vagabundo
que te escribió poemas
en la puertas de los baños públicos
nunca más seré
una papa frita en la sartén de mi suegra
aunque para ella no deje de ser el ebrio
atropellado por la húmeda luz de un camión
ahora estoy sufriendo
la magnificencia de la gracia del señor
vivo en esa región invisible de la muerte
donde la lluvia se quiebra en los siete colores del sol
y las mujeres se tienden en las riberas
como si nunca hubieran pertenecido
a estas cuevas o avenidas.

 

*

 

Si me llamas, salgo casi olvidando cerrar la puerta, en taxi, atravieso la ciudad, sin que me importen la música de los bares ni las muchachas de chaqueta y pantalón vaqueros. Iré maldiciendo el tránsito que a esa hora pone los nervios de punta. Pero el precioso teléfono no suena, amor. Y pienso y pienso en la fatalidad de no volver a verte, tan linda que eres y yo bobo creído que vas a llamar contemplando el teléfono negro de números blancos. Cansado creo que debo salir y olvidarme de tus besos y de lo linda que eres. Entonces suena la estúpida caja y salgo corriendo como pensé al principio. En el camino supongo que lo primero que te diré es que te voy a ser fiel y que nunca nadie me pareció más bonita que tú. Mi corazón late muy fuerte. Será que estoy contento y tengo angustia. El taxista escogió la peor vía. Le digo ¿señor por qué no tomó la otra vía? Él se hace el loco. Así que me bajo y tiro la puerta. Cruzo la avenida  en medio de los autobuses pero siempre pensando en llegar a ti. No me importan los autos ni el smog. Me detengo en la esquina y vuelvo a tomar un taxi para que aprecies mi puntualidad. El taxi arranca dando un chirrido, yo contemplo la ciudad a través de la ventana. Voy pensando en ti y en las cosas que te voy a decir. Por mi cabeza cruzan miles de frases y cientos de casas. Selecciono mis pensamientos y le pido al taxista que me deje en la siguiente cuadra. Timbro la puerta, y apareces tan bonita envuelta en una bata de seda negra, se me borran los pensamientos dulces e inteligentes que reservé para ti y no hago más que pensar en la desnudez que cubre tu bata. Me quedo como un perfecto espantapájaros hasta que de mi boca emerge una especie de sonido. Mis ojos se llenan de lágrimas y empiezo a llorar de felicidad. Entonces doy gracias a Dios de que me perdones y empieces a recoger tus cosas para abandonar la casa de la bruja de mi suegra.

 

*

 

Casi nunca he logrado mantener la calma con una mujer bonita. Me he puesto a saltar como una cabra vieja o he roto en ataques de celos. La última se preocupaba por mí. Me hacía mimos y estaba convencida, firmemente, que soy uno de los mejores poetas de estas tierras agrestes.
Pero yo, a menudo, seguía  visitando los bares de las afueras de la ciudad. No entendía que una mujer bonita es fiesta todos los días.
Y ya ven, hoy mismo camino de arriba abajo del brazo de una fea.

 

*


Yo también tuve una muchacha rubia que estaba loca por mí. Cuando empezó a asumir el papel de esposa perfecta huí como un potro que regresa a las praderas salvajes.
Cansada de esperarme con la mesa servida a media luz, se casó y comenzó su vida escandalosa. Daba vergüenza mirarla interrumpir entre mis amigos, se sentaba en sus piernas y me insultaba. Tenía que tomarla del brazo y conducirla a su casa.
Un día apareció en el bar, tenía los ojos desvaídos y los labios húmedos, como las mujeres rubias de las películas, sacó de su cartera un revolver y me disparó. Caí destrozado el corazón.
Desde entonces no la he vuelto a ver.

 

*

 

Creo que me inicié como todos los que se precian de tener buenas primas.
Mi prima Cirinea, que ya le estaban apareciendo un par montañitas en el pecho, una noche se metió en mi cama. No recuerdo si dijo por miedo o mucho frío, pero se pegaba fuertemente a mí hasta que me tomó del pito y susurró: Tienes un pito pequeñito; luego también dijo: No importa que sea chiquito con tal que pite, y se metió debajo las cobijas y allí se mantuvo largo rato. Entonces yo, en vez de pitar, casi-casi me orino.
Después intenté pitar con cada una de las primas pero ninguna sabía nada de nada, así que cada vez esperaba con ansias a Cirinea.
De esta manera crecimos hasta que mi prima se fue a la Roma de los césares y se casó.
Ahora, de vez en cuando, nos envía fotos en las que aparece con el coliseo de fondo y el gordo centurión del marido a su  lado.

 

Cuando pasaba la mirábamos hasta que se perdía. Luego retomábamos la charla como si nunca hubiese cruzado frente a nosotros un ángel con minifalda.
Ninguno se atrevió a decirle nada, solo la mirábamos en silencio, y es probable que a todos se nos apareciera en el sueño. Era la muchacha más hermosa que había llegado al barrio. Minifalda, tacos, caderas, piernas, senos electrizantes nos dejaban mudos cuando iban y volvían de la tienda.
Nadie admitió estar enamorado, nos hacíamos los locos conversando de fútbol o de cosas de mayores. Muchachos altaneros fumando todo lo que había en la esquina e intentando vivir la vida como en una película de Spike Lee.
Muchacha fresca. Diosa que al menor gesto, cualquiera de nosotros hubiera ido como un perro a cumplir lo que pida. Pero antes de que esto suceda, pasó acompañada de un bonito que al atravesar frente a nosotros le pusimos el pie y cuando quiso reaccionar le caímos a patadas aconsejándole nunca salir de su territorio.
Al cabo de unos meses, mi mamá decidió cambiarse de barrio y un tiempo más tarde me enteré que Licario había vacilado con la muchacha y también el loco Horades antes de que caiga con el negro Menandro y tengan una cría.
Muchachos febriles y necios que viviendo la vida como en una película.

 

—¡Ranas! ¡Mujeres ranas! La Paola, la Catalina y la novia del Vittorio.
Qué secreción o caricias nos proporcionaron para, como gladiadores romanos, abrirnos paso en el coliseo de la noche. Burlando hordas de drogadictos y delincuentes hasta llegar a sus pies y ofrecerles el lado más blando y caliente de nuestro corazón.
Una década bastó para poner sus cutis verdes como el bronce oxidado de las iglesias.
Mujeres con las cuales arrastramos nuestras pequeñas glorias por salas de concierto y lupanares, y por las que brindamos días enteros festejando sus cuerpos y destrezas. Pero hoy, el tiempo las presenta como ranas ¡Mujeres ranas!

 

—Por eso mi querido Paco sigamos bebiendo que ellas también nos mirarán como a dos sapos ahogándose en alcohol.

 

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