Salvador Medina Barahona
(Panamá, 1973 )

 

CARTA 1

 

Hermano:

 

Vengo de la misma fauna de mortales,
de la misma tribu, y
lo que hoy te avanza,
lo que hoy se sumerge en ti como en un túnel,
es como el fuego que fue principio y
puede ser final.

 

Vengo del mismo vacío, del mismo espanto
del que vienes:
Selva es selva,
y en ella todos alguna vez jugamos
a levantar la vida.
La espada ha caído,
ha hecho su danza de odio y muerte en tu cabeza,
y no hay palabras que puedan falsearle el nombre
a este vértigo en la historia,
a esta vieja amenaza que aún no delata
a sus culpables.

 

Debo decirlo,
hermano,
hijo triste del odio de tus gigantes,
y desde estas tierras de jaguar te escribo,
viendo cómo tus pasos desfallecen
en un sendero de flechas que caen
en tus espaldas,
en una caravana sin oasis ni espejismos.

 

Tu sangre es la sangre de todos los caídos,
más allá de tus sueños y tus fronteras
hace poco invencibles.
Tu dolor es su dolor,
hecho un volcán de ira,
cuando la ira era inventada por tus padres
y sepultada en la sangre de los olvidados.

 

Tu grito, el relevo de un grito que el tiempo
redujo y sepultó,
porque hubo un muro hecho de tiempo y agonía,
dura sombra
de lo que un día cercano será hallazgo,
aguijón que te haga descubrir,
quizás con la cara avergonzada,
que tus soldados,
tus señores del oro,
tus protectores indefensos,
te han mentido.

 

CARTA 3

 

Hermano:

 

Tus estallidos han abierto el eco sin fin,
tu sangre derramada, un río de sangre
cayendo por las grietas del mundo,
así, así como caíste tú, sin que pasto hubiera
al final de tu derrumbe,
sin que flores aliviaran tus huesos calcinados.

 

Y ahora las bocinas suenan, lloran a gritos
lo que han callado en otras partes.
6,000 es una cifra. Ciertamente.
¡Extra! ¡Extra! ¡6,000 han muerto!
Pero 100,000 es otra cifra.
Y 200,000, otra cifra.
Y aquella y la otra son otras cifras.
Números que desconoces.
Cada uno guardando su secreto,
llorando su tristeza encadenada.

 

Qué decir entonces
del otro duelo,
de los otros hacedores del crimen.
Qué decir
de las cruces nunca erguidas
en las fauces montañosas
del desierto.

 

Qué decir
del hambre,
de la huida con el alma en la garganta,
de los ojos aún niños frente al espanto,
de los ojos perdidos
en el polvo y
la muchedumbre.

 

Qué decir
de la otra caravana,
del eterno calvario sin nombre.
Qué decir
de las madres que han deshecho el camino
transitando en la sombra
con su talego
de barbas masacradas…

 

Ciertamente, muy
ciertamente,
son más, muchos
más
de los que todos podemos
soportar…

 

(De Cartas en tiempos de guerra).

 

EN EL JARDÍN

 

mi jardín es tu jardín
¡bienvenido!
he plantado rosas
mágicas flores sin harapos
talado angustias viscerales
semáforos rojos
el declive de la vida
en sus cascadas
peces bifurcados y Tántalos

 

con tus pies
con tus poros
con tu asombro
hacia lo que no cae y no se rompe
hacia donde una ráfaga nos cuadra el espacio
tendrás mi jardín
con vértigos y olas
transgresiones y saltos

 

columpiarás tu intento
tu alma agreste mutilada
y retomarás tus ojos
en los adentros de una calleja muerta
con un tapiz de llamas
en tus brazos

 

(De Somos la imagen y la tierra).

 

FIN DE SIGLO

 

Tras el horizonte se oculta un sol mojado por la niebla
Hay un  aroma a trago derramado en el piso
De tanto caminar descalzos sobre el fuego muerden sus trochas
En el lomo un espiral de perlas que ruedan hacia abajo
Mis ojos sus ojos nuestros ojos son dos partos
Dos adioses olvidados como un trapo en desuso
El tiempo lo ha hecho Lo declaro
No hay culpables
Mi corazón su corazón el nuestro son quizás los únicos
La red nos llama hacia un auto putrefacto
Que no se accidenta pero corre
Hacia un futuro que no es futuro
Hacia un campo sin flores
Hacia una casa en medio de la atmósfera
Lo que canta no agrede
Agrede su contenido brutal, desparejado
La muerte acusa de risueño al día
El día se acusa de impotente ante su vértigo
No hay arañas en el alma Ni piojitos
Hay notas de calor extinto entre las olas
Manchas de azul intentando abarcar el universo
Hay un motivo escondido entre las paredes
Que cruje que crispa que tiembla
Bajo el espiral torcido de una hora impaciente
Hay un congreso de ira en las entrañas
Una paz falsa que se come a  gritos:
Algo existe en el sueño de los hombres que los nubla
Algo marca el brinco  de la liebre que se espanta sin asombro
La luna
Ella  canta Muge en el cielo
Un acordeón de brisas transforma el viento
Lo sujeta lo suelta lo  enfurece
Yo lo desdigo por incomprensible
Gira la escena
Los reversos de las pieles arden heridos
No hay cura Sólo atenuantes
Una ciudad es esto
El siglo agoniza, el milenio
La humanidad parece seguir sus pasos
Yo tiemblo

 

(De Mundos de sombra).

 

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