Silvia Guerra
(Uruguay, 1961)

 

CLOTO

 

Afuera, en el cóncavo espejo que es Ahora
un fino entretejido se suspende: alguien
habla de dos, otros de cifras que son inmensas cantidades.
La ascendencia se pierde en estratos
que no tienen demasiada importancia.
Se nombran los caminos los pazos los pequeños jilgueros.
Se camina sonriendo por la empinada cuesta
con las botas sucias del barro del camino.
Se llenan los carrillos los rojos los sonrientes
de un aire
que ahí arriba se dice que es purísimo.
Y se habla de la guerra. Del color de la guerra.
Y aparecen los muertos, en fila, con el plato vacío
me preguntan algo que no entiendo, no entiendo qué me dicen
no entiendo qué hago ahí, por qué me siguen.
Y yo no sé qué hacer, y ellos tampoco.

 

SUSTANCIA

 

Nada  ha sido despreciado, nada, en absoluto
V. Nabokov

 

La sandalia dejada, caída
Sobre un lado semeja la lujuria
terciada por secreto que esconde
al pie que se imagina. Delgado
Óseo, apenas amarillo.
Abreva de ese don, purísima
sobre la oreja
Aplana lo carnoso que la piedra
genera desde el círculo, la memoria
La mancha de esmeraldas; el jardín
guardado en la remota sombra atesora detalle
más detalle más secreto tesoro y se almacena en
la parte de atrás del frontispicio Se encorva
Se adormece
Curva las ramas de  la infancia
Reverdece el jardín, cambia ligeramente el errático
canto de las aves, pero no se transfiere. No se pierde.

 

               Cerrar podrá mis ojos la postrera
                sombra que me llevara el blanco
                                            día.

Francisco de Quevedo.

 

“EN MANO”

 

Ahora pasada juventud sacude el musgo
porción inválida lumbre de lo eterno en anterior
la letra plausible las contiene a todas: Sea.
Humo, color de humo tela barata y rústica
raspa el cuello las mangas la tela de camisa
burda. Duele. Enrojece. Sobre el agua quieta
mueve apenas la sombra desde abajo la irisa
Vuelve arcada zócalo sobre sí maneras de pisarse
juntar los pies lograr emplazamiento. Desde allí se conoce
Desde allí se perdura durando la extensión el tiempo
en los depósitos oscuros llenos de eco, el tiempo
volviendo a sus depósitos más puros llenando de sustancia
húmeda las puertas los estantes las rayas de las cosas. Dos
ríos que pueden confundirse o ser el mismo río
en el desembocar mezclados. Mezclarse dentro el agua
pensarse de ese modo umbrales traspasados primera letra
que contiene a todas el sitio por el fin, sin fin el sitio
de hondo enarbolado. Pasó. Pasó la tarde, pasó el día
de la muerte, pasó el posible amor
Pasó la vida. Se confunden los ríos los nombres de los ríos
allí en la mente, las garzas pueden ser nocturnas y parecen
cuervos rosadas y parecen dioses. Y no necesitar nada de
nadie nunca
Más la muerte. Ese calor que emana de repente
que puede verse a contra luz
esa energía queriendo. Será ordenar el tiempo
Todo, ahora

 

COMO COMPARA, HACE DE METÁFORA

 

Intensidad intensa intención
dice decía decías también puede
entonces dos puede abrirse partirse
para dos como intención intensidad
frescor o, más bien, frío. Una doctora una ginecóloga
ahora una pediatra porque el tiempo pasa la pediatra
detecta rápidamente el mal de la criatura sale corre cuando
es necesario en general es la garganta la corriente el
cambio de la temperatura a veces sí, corre. La ginecóloga 
después de las dos va hacia el hotel hacia el gineceo propio
hacia el dolor que el libro dice: eso no duele.
Pero a la ginecóloga le duele y está soltera
todavía el pelo renegrido corre
para llegar a tiempo al gineceo que finalmente duele
en la reminiscencia del anterior ritual de fruta como el
recuerdo de un cuadro renacenista ahí no
duele la rodilla flexionada, la rodilla entre frutas puesta las
frutas de la boca a la boca, entre las frutas
ese cuerpo coronado, exhausto. No. La piedra
surca una piel como el agua. Un agua cuando el viento
comienza por las tardes. Una piedra
y alguien dice ven. Ven. Alguien que dice Ven
esta piedra partida, este dolor.

 

Un hálito de fuego te envolvía
paul celan)

 

INTERNAMENTE UN SITIO

 

Sentir alivio ahora. Que dice no te quiero no hay ancla en
el afecto no existía nada más que un espacio para hacer del
tiempo una inflexión del Bosco. Una parte ausentada que
lograra llegar hasta la cima, lograra abrirse al aire
desplegarse y salir dejar la puerta abierta irse sin despedir
falla la aurora que no penetra más entre la tumba entre las
barras de la medianera mejor para el ascenso para la
embarazada para los niños solos. Mejor para el dolor para
el escote para el salto mortal desde el alambre. Mejor
embarazarse y guardar en las capas internas un corazón
andando y la ventura por verse horizontal el rostro de la
sangre y el largo del cordón que no se quita violeta y
lastimado hasta la sudorosa cara que sonríe. No
había soledad sino partes de tiempo anillos fijos estatutos
previstos. y una madre con leche inunda la cama las
sábanas de peltre las cortinas de acero. Inunda el
dormitorio el carrusel del hijo las membranas dolientes la
extensión del olvido. Cerco en la cabeza adormecida
fuego en el intersticio sin querer, alivio de decir no te quería.

 

CAZA CON TEXTO

 

¿Inútil? toda felicidad toda alegría que salta por la línea
línea: hormigas en la roca pulida. Inútil la alegría la
palabra alegría y la felicidad, otra cosa. En ese espacio en
ese pulimiento del tiempo recodo se decía mientras contra
las cuerdas, o contra el alambrado, ella decía espero a mi
marido. Y él llegando tarde soy médico, decía.
Balanceando rumiando cadera improvisando. Como
divertimento como parte de nada entre la tarde lívida
como nada entre el vaivén sonoro de las cuerdas. Mientras
ella reía en los salones reía y se estancaba la cabeza,
dormida en el estanque la larga cabellera entre el limo del
fondo y con las zapatillas de raso rosaditas. Se acuerda de
la infancia «el olor del agua desde ahí» en las tablas, las
maderas mojadas. se acuerda de la madre de ser la madre
de las muñecas rotas. Se acuerda del olor de la madre de
ser la madre de las muñecas rotas.
Cortar parejas sobre la tabla cuerdas cortezas hojas de
madreselva yerba la piedra flores de los canteros cuerpos
vivos de insectos de lombrices de pájaros con esa
misma parte de cuchillo tatuarse el tabique nasal el
invisible duelo oír y tatuarse oler y masticar, oír y tatuarse.
Algo se vuela se voló, lo sabe. Algo con zapatillas de raso
algo espantoso. La madre hacer de madre las muñecas
tatuadas escritas en el cuerpo con la tinta, los dedos
manchados con la tinta con la sangre manchados, sólo ella
balanceando su pelvis redondeada contra los alambrados
dice por ahí no es, y se recoge el pelo, se hace un moño.

 

A ver, castigo.
Castigo castígala castígala. A la zagala, a la galga
A ella. Desde el rincón desde el ángulo limpio del gallinero
En sombra, ya barrido, ya revisado el nido, uno por uno.
La conjugación del verbo en extremo necesidad un bulbo chico
Que apenas se percibe en lo lateral del cuello. Soñarse por las tardes
Agujereada la espalda, De espaldas, entre unos pastos altos, descuidados
en un pabellón abandonado. Agujero en el encaje, Galga, en el rosado encaje
que despliega al respirar, incauto. Una sola palabra que le brote y la segregue
una sola Animal desesperanza que cubra ese castigo, que la lleve a la parte de atrás
de la pared de cal, de la pared, de adobe. Darla por vencida entre hilos de saliva
dar por vencida la partida en brazos estirados, en pequeños, sofocados pedidos.
En el otro extremo, en la otra punta necesidad, obsesa,
obsedida obsesión, contra el globo, contra la presión
Última de lo ocular del globo
La zagala, la galga, que retoma los baldes, el fregón con
aceite, parte entre los dedos deshace en migajas
milimétricas, en polvo, una perfumada magdalena,
la reminiscencia  de los otros.

 

ANIMALES DEL MUNDO

 

La arcada por escote. Gime y dime dónde. Bajo cualquier
sospecha bajo los disminuidos copos bajo la brisa aleve
que cae del Desde, que cae como el aceite que escanciaban
los brutos, en el patio del cuento. Así
curados en el barro de su tinta, así en quietud que
permanecen y parece no altera su apariencia de camastro,
su apariencia de ser. Dime por qué.
La fibra nerviosa que tú viste en la ingle que viste que
fulgura incandescente. La línea que el pez sigue del
cardumen, esa tampoco alcanza entonces dice: oso.
Oso por animal por pelambre profunda por animosidad
al siglo que atempera. Oso, por piel que el invierno no pesa,
sobre carámbano pendiente, sobre cueva imantada de
azuleno que ingrata desvaría y se pierde en lo blanco,
entre lo blanco. Parecido de mí. Parecida la luz el nervio
que lo enciende parecido el filo que levanta el tendón, y
ahora dirás la mojadura de esa nube y ahora dirás ¿de
quién? siempre por verse, mientras en el patio se prepara
una liturgia se esconden los amantes el aceite los fueros en
legajos las leyes en paquetes de yeso, se esconden los
ladrones, la misericordia en platos llanos de lata
ennegrecida. Así, guardar la lluvia, la arrastrada penuria
de seguir, el tiento entre los dientes la supurante cara, ir
el polvillo del agua por el pelo y la transpiración de la
partida del dolor de salir el aceite que inunda el intersticio
y tú llorando maldiciendo pingajos cueros de lagarto
y mulas. Mulas a los flancos entre los brazos largos entre los
montes que perfumes exhalas y decir; de ahí no me llevo.
Montes y matas que no se diferencian y está la diferencia
en el terciar, de amor ingrato. Y está la diferencia en la
distancia rapaz por convergencia aro por verse reptil en la
codicia, lujuria del mandril por liso acero si en la entrega
la muerte se volverá infinita, mandril alcoba carne de la
tullida. En el plato de lata  la sobra de la dicha resplandece.

 

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