Yolanda Pantin
(Venezuela, 1954)

 

LAS PALMERAS DE LOS CABALLOS ROJOS (CÓRDOBA)

 

Si te invitan a viajar y aceptas,
aceptas la razón de quien te halaga.

 

Serás eso que desean, en cualquier parte:
poeta o poetastro,

 

algo representas para ellos.

 

Entre un viaje y otro,
distraes la conciencia de tu gran fracaso.

 

O no fracaso, no, la angustia adolescente,
¿quién soy? que no ha cesado.

 

¡Acepta las invitaciones a viajar!
¡La vida es un viaje!

 

Y cuando todo acabe,
labrada tu soledad pacientemente,

 

si alguien te preguntase
como Pessoa a Alvaro de Campos:

 

-¿Amaste?

 

                                                (qué inútil todo)

 

entenderías
que si alguna razón de la existencia hubiese,

 

la habrías desdeñado.

 

LOS AÑOS DE INFANCIA
(PIER PAOLO PASOLINI)

 

Aquí no hablamos de ángeles
aquí hablamos de pequeñas venganzas

 

y de pequeños triunfos
sobre la voluntad

 

Todo ángel es terrible
como terribles son

 

nuestras acciones cotidianas
templando el vacío

 

                        o la desesperanza
Estamos solos ante el Gran Sacrificio
después de haber viajado a través de un desierto

 

pleno de fantasmas cuyas presencias avivaban
los leños de la carne

 

Criaturas, auscultábamos el silencio
cuando caía la nieve sobre el amor adolescente
año tras año

 

Nuestros corazones brillaban como animales desollados
sordos a la sangre o al ruego

 

porque ellos eran la sangre y el ruego

 

La interioridad es un amasijo de órganos
no el templo de una esencia sagrada

 

Se trata de algo tan antiguo y tan profundo
como el odio a sí mismo o la autocompasión

 

Yazgo sobre ti totalmente vencido

 

Recuerda, por favor, cómo reconoce el amo a su esclavo
y cómo el esclavo desea

 

ser reconocido
Esto es el amor

 

la entrañable voluntad de someterse
de hacer daño

 

Tú reconociste en mí al padre que abandona
yo reconocí la frente de un niño sin nadie

 

Pero tú también sabias
lo que había padecido todos estos años

 

                        los años de infancia

 

contra el pecho el legado materno
nuestra única herencia de parias

 

Distrajimos el miedo como si no supiéramos
nada el uno del otro
cuando yo había tocado tus entrañas

 

porque el alma respira
en la respiración del cuerpo

 

que ahora me niegas

 

No te engañes, no me abandones
te lo suplico
en un próximo abril

 

(De La quietud).

 

EL DIA QUE CONOCÍ A SUSAN HOWE

 

Yo venía de la guerra
es decir, de un nuevo engaño
de esos que, como el dolor, hacen bien a la dignidad narcisista
según había leído en un poema de Pier Paolo Pasolini
y que ahora llevaba como marca en la frente
-en cada herida una lección para el futuro
vacío pero inmenso-
Ya había escuchado el ruido de las aspas
y el humano deseo
de abrazar hasta los párpados
Conocí la metralla en el teléfono
y en el océano las yardas
Sorbí el trago de París a fondo blanco
parte a parte lloré por Alemania
Tuve horrendas pesadillas
recuerdo especialmente un viaje en elefante
-de viajes no me hablen-
Me persiguen las imágenes
de cuerpos mutilados
en los campos
brazos antebrazos frutos de la carne
Qué sangrientas las batallas, Susan Howe
Yo venía de la guerra
y sólo traigo unos poemas
Hay miedo en el dolor
ayer no más decía
y estas palabras para un nuevo encuentro
lo importante es invisible para los ojos
porque el odio fluye en un río de sangre

 

SON TRES LOS ZOPILOTES

 

Mira volar los zopilotes son horrendos
Allí están en la cornisa del otro edificio

 

Mientras sirvo el café las aves negras
se han posado en la antena parabólica diríase atalaya
Cada uno conserva el equilibrio que es suyo y no del Otro
-¿De quién comen?

 

Ahora vuelan sin moverse no hacen ruido
Son tres los zopilotes ya lo he visto

 

una madre y dos de sus pequeños
o una pareja de amantes y su sombra

 

YO HICE EL CABLE SUBMARINO

 

Eres mi criatura
yo hice tus ojos tus manos

 

tus dientes montados
unos encima de los tros

 

Yo puse tu mirada
sobre el mundo

 

tus dos piernas

 

Yo hice al mundo
ávido y mojado

 

sin palabras

 

hice tu perfil
entrar al agua

 

tus brazadas
en el mar

 

en la piscina

 

Yo hice tu barbilla
tu cansancio

 

tus aletas de pez
en el acuario

 

Hice una joven para amarte
de veinticinco años

 

la hice apátrida
enfermiza

 

una niña en el marasmo

 

Hice un país
un enemigo

 

Me dije
no

 

está prohibido
mirarte

 

Me hice daño

 

Yo hice a mi criatura
con mi sangre

 

abrir la carne

 

Marqué las horas muertas
en este calendario

 

la importancia del teléfono
mudo repicando

 

Yo hice el cable submarino

 

a París
también lo hice

 

la ciudad de los amantes

 

(De Los bajos sentimientos, 1993)

 

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