Alexis Gómez Rosa
(República Dominica, 1950)
ERROR EN TIRO
(Haciendo equilibrio entre el
postumismo y la poesía sorprendida)
No te voy a engañar: tú bien sabes que del béisbol
viene el título.
El misterio lo he dejado en una caja fuerte. También
el subjetivismo.
Busco una poesía sin memoria la historia: sostiene
la torre de los locos de la que hago memoria
en tránsito hacia el coro.
(Una carta de presentación con el decir de los vulgares,
-decía- que baile un merengue profano en todos
los sancochos).
Nada de cristalería, baratijas, ni fragilidades
de ángeles desterrados.
Los problemas del cuerpo, a la cama. A la poesía
se viene desnudo con los dientes
de leche, incubando los huevos de la fiebre
en la ruta de una estrella gitana.
Quiero una poesía que respire con el pulmón
de Moreno Jiménes,
el aire que le fue destinado a Manuel del Cabral.
Muerte al ángel doctrinario, nada de maniqueísmos.
Lo moral es ridículo.
SON DEL VACILADOR
Ojerosa, la calle, en el crudo meridiano al sur del Bronx, le salen como ganglios y cerosas
membranas.
Los carniceros, en la esquina, meditan en un cuchillo el reporte meteorológico de que habrá
Nieve. Los bodegueros, rumiando entre las uñas la ganancia, celebran el paso
arrocero de la nieve.
Y los mecánicos, carteros y zapateros, programados en lustrosa lujuria, dejan escapar sus
ojos entre apretados glúteos en la nieve.
Buhoneros y come ojos y chulos trafalmejas, imponen contra reloj su lotería, en un minuto
impuro de nieve.
Los santeros de la lechuza con su mágico herbario, protegen las almas desahuciadas que
orillan la nieve.
Tecatos, rufianes, gariteros, dispútanse un cliente que vacila en la noche caen seis pulgadas
de nieve.
Los bomberos y policías: custodios twenty four hours del inmaculado tesoro de jardines y
veneros, desandan -perseguidores- las huellas del delirio esparcidas en la nieve.
Los camareros, ¡ah, los camareros!, con mejillas de nalgas infantiles, sonríen por acción
dentrífica semejante a la nieve
Las estilistas de belleza, como voluptuosas odaliscas, como gatas, ira ponen en las pestañas
que mueven intermitentes en la nieve.
Los pastores adventistas (¡santísimo!), oriundos del mismo dogma por el que negué la fe, la
conmiseración reparten cubiertos por la nieve.
Los automovilistas y ciclistas (no podrían faltar), celosos de la blancura del tiempo,
aceleran el vértice (da igual, extreman el vértice), que hace la muerte más nieve.
Salseros y magos (ojerosa esta la calle al sur del Bronx), madrugadores del olvido, a la pista
salen fortalecidos en el espíritu de la nieve.
IDEA FIJA
Entregado el cuerpo al sueño la cabeza continúa labrando una leyenda
Con espíritu de mujer negra y cuerpo de viento antillano, al lado mío, arrambla en su
vigilia, la noche con su carnaval de espejitos. Noche del diablo y su hermano,
albaricoque. Noche latigo y campana en la pleamar de su lamento.
Así, como la idea que avanza y engorda y en fiebre se convierte. Como la flecha orgullosa
que repetidamente hace blanco en la esfera, he contraído una noche que es todas
las noches (Borges), por la que se desprende un nerviosismo envuelto en una
imagen bifronte.
Dos expresiones: rostro de buenas tardes y nomeolvides, habilitando viajes de ida y vuelta
por los relieves de un sueño en el que no sobrevivo a su bestiario. Mujer diosa de
los condenados, -lugar común- en el que todo animal abreva y fija sus raíces.
Me he acostado contigo en la cabeza y ya tienes la dimensión del deseo en la manzana de
alto precio. El bosque todo paraíso en tu árbol. La luz (de fibras acanaladas),
arrastra en su lengua el cortejo de las moscas.
LA MUSA ARAÑA
Me baja tu corazón en abundancia de lunas.
(Dando golpes en el techo de la muerte, en las esferas
bisiestas, por donde corre un animal sietemesino,
llorando incontenible en su equinoccial romanticismo).
En mis manos está tu corazón: es una verdad a medias.
Tiene manos tu corazón de terciopelo las uñas:
es una verdad absoluta.
Una sentencia, como una ambulancia, ha dejado el celaje.
Un espacio, como una sala de espera, se va llenando
de una flema en emergencia.
Ha vuelto a ser desierto el ofertorio azul de tus palabras.
Musa del mercado. Una calle, a la estación ferroviaria,
inexplicablemente se cierra en torno a un grito.
Como tu corazón me baja el sueño: siete horas
de intermitencias.
(En la cama: lunas al amanecer y si te ausentas,
medallones de niebla en el lecho huracanado.)
No. Más oscura no pudo ser la realidad.
Y de echar una mirada en retrovisor perspectiva,
lo vivido a su vera,
tienen el color de los lentes de Stevie luscu.
(De New Cork City en tránsito de pie quebrado).
BORRAR LO ESCRITO
La mandarina está detenida
en la mirada de Carlos.
En la mesa yace la mandarina
en su equilibrio, la mirada de Carlos.
También el aire
que atraviesa la ventana, y los ladridos
del perro empozado en el jardín:
inmóvil sobre la mesa
como si fuera a operarlo:
la mano quirúrgica si esta fuera
a conocer su existencia.
Desde el jardín de música,
a la ventana errante,
así como a la mirada exacta de Carlos:
la percepción de vértigos
de la memoria. Vale decir:
silogismos, calendario,
galimatías, ¡oh campo magnético del signo¡
inmutable, sobre la (ir)realidad
de los sentidos.
SOLEDAD COLECTIVA
Este poema cargado de voces
no es un árbol.
Lo he hallado en el aliento
de un perro callejero,
es un árbol,
que ignora el miserable lugar
de sus raíces.
(¡Fantástico¡
-cómo no ha de ser?).
Este poema
ha crecido a orillas del Harlen River
como un buen árbol,
-dicen que mueve
sus frutos y linternas en el vagón
de un silbido…
Esta voz,
estas negras palabras
que a nuestra casa regresan.
Me traslado a otro silencio.
CARTÓN DE PUBLICIDAD
Soy hombre de mingitorios callejeros.
Su olor varonil vende más que el drugstore
más cercano, soy una musaraña que organiza
su teatro. Ilumino el entarimado y baño al público
con sangre de gallina en la sangre.
Soy hombre de apaga y vámonos.
La mochila en el pensamiento. A decir verdad,
la mochila en los malos pensamientos,
soy una ¨guira en trásito a una orquesta de cámara.
Palabras ue traen palabras,
la música de alquiler contra viento y marea,
soy un virgoniano bajo el signo de escorpión.
Todos los signos reúno bajo el signo de escorpión,
soy una página luscuamperfecto
desprovista de todo lo perfecto.
En la columna izquierda los verbos auxiliares,
los verbos auxiliados en la columna derecha,
soy una especie de arqueólogo del sueño.
Mitad cuerpo de luz, la otra mitad de sombra,
soy en mi osario de letras un manifiesto de sangre.
-Quién ha puesto a secar el alma en mi recinto?
Soy un camino que se a nuda
en la podredumbre de su origen.
(Inéditos)